Hache, no está en la palabra vacío, pero sí en la definición de la serie.
- Hatersub1
- 23 dic 2019
- 4 Min. de lectura
Reconozco que es una serie que de primeras, como todo lo Español, te entra por los ojos al máximo llenando todo lo que esperas. Escenografía, un reparto increíble, tomas de escándalo, caracterización maravillosa, un thriller de novela negra muy contundente. Con esa ambientación gris tan característica de la época, la preciosa Barcelona de los años 60, y los labios rojos como el único color que deslumbra en la pantalla dándole el protagonismo a quien de verdad lleva el pecado y la voz cantante en la serie; la mujer.

Una serie dirigida por Verónica Fernández (Creator), Jorge Torregrossa, Fernando Trullols, producida por Netflix y Weekend estudios, con un reparto de escándalo. Con un 5,4 de nota en Filmaffinity. Nota con la que estoy completamente de acuerdo.
Como hemos introducido, todos los comienzos son (o deberían ser) buenos. Es lo que le pasa a Hache, hay una gran presentación de todos sus elementos, de la historia, de la gracia del meollo.
Pero pierde fuelle desde el segundo capítulo.
Lo que parecía una historia que se iba a complicar psicológicamente hablando, tanto a nivel de la trama como la evolución de los personajes, se queda en algo que ves venir desde el principio, sin apenas desarrollo salvo el de Adriana Ugarte, cuya interpretación entre histriónica, a ''manipuladora'' lo pongo entre comillas porque no me parece una actriz que haya conseguido parecer una controlador de la situación, te deja un poco desconcertado al final de cada capítulo. Pues la situación ya está bien controlada y ella intenta hacer ver que es gracias a sus poderes de seductora. Con pobres resultados.
La pareja de Adriana Ugarte con Javier Rey, promete, y el gatillazo llega antes de lo esperado. Si habéis visto Fariña, sabéis lo que es ver a un Javier Rey como un narco como dios manda. En Hache se queda en medio gánster con poca pólvora, poca perspicacia. Un personaje que salvo en el primer capítulo, te preguntas qué cojones hace con su vida que no ve nada de lo que está pasando delante de sus narices. Un papanatas, sin control de lo que sucede en su territorio, sin planes, ni perspectiva. Se le escapa la gracia en cada pitillo. No sé, un personaje que promete, y en promesa se queda.

Y Eduardo Noriega, ese actor que parece que ha hecho de todo, y que en todo te lo crees. SALVO en esta serie. Se queda en el prototipo del policía con un triste pasado que le atormenta, pero que aun así sigue luchando por cambiar las cosas malas de la sociedad. Torturado por (SPOILER) la muerte de su mujer, que se plantea como un arduo puzzle de crear, cuando es lo más evidente desde el principio. Se le intenta pintar como alguien imprevisible, obteniéndolo únicamente por el tipo de interacciones que tiene con la protagonista, en las que no se consigue descifrar muy bien a ninguno de los dos. De los mejores momentos sin duda.
Las riendas de la serie, desde NoseCritics, lo tienen los papeles más secundarios de la serie. Son las historias que más interesan las de Marc Martínez e Ingrid Rubio, las cuales se quedan demasiado cortas y carentes de suficiente información, dejándote con ese sabor en la punta de la lengua que te pide un bocado más grande.
De nuevo, Netflix ha invertido en una producción ambiciosa, con una historia muy exprimible. Y no tiene nada que reprocharle a nivel de escenografía, y sobretodo en ambientación y vestuario. Impecable. Así como el maquillaje. Pero como últimamente pasa en muchas series, en concreto me pasa con las españolas, les falta polvo. En el aspecto de que todo parece ultra super mega nuevo. Todo está acorde con la época, todo es genial, todo en su lugar. Y aún así, le falta textura, realismo: polvo a la situación. Como si fuese demasiado plástico. Que sea ambientada en los 60 ayuda un poco a salvarlo,

pero sigue siendo poco creíble, aún cuando los maquillajes y tocados son impecables; seamos realistas, ¿ni una mala gota de sudor durante el sexo, o marcas de la ropa en la piel?
Eso sí, drogándose todo es más realista.
Sin embargo, mi más sincera enhorabuena por la banda sonora, es lo mejor que da la serie. Animo a que en vez de usar solo una o dos canciones, den rienda suelta a esos músicos que llenan la pantalla. Le dan ritmo, tensión y continuidad a cada capítulo.
Porque ni las historias semi-paralelas con la interpretación galáctica de Zenet salvan algo de la historia carente de peso.
Se queda como con horchata en las venas, no terminan de coger fuerza las interpretaciones, y te quedas con una sensación de pena porque todos los elementos son buenos, pero termina siendo una tarta totalmente insípida. Una manipulación burda de lo femenino hacia lo masculino inútil, porque ni siquiera es un personaje al que merezca la pena ganar.
Con un final que termina con el sufrimiento de una historia inconsistente en algo aún más frío y sin gracia dramática.
Bonita en el plato, vacía en el paladar.
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